La comunicación, los proyectos europeos y los árboles que caen en medio del bosque
FUNDACIóN GALICIA EUROPA · DAVID DOPAZO
“Si un árbol cae en un bosque y nadie está cerca para oírlo, ¿hace algún sonido?”. Lejos de la concepción filosófica y metafísica que trajo consigo esta cuestión en el siglo XIX, podríamos decir que, desde el punto de vista de la comunicación, la respuesta más acertada sería “no”.
Para los profesionales de la comunicación, es probable que esto les suene a una de las máximas más repetidas en la profesión “Aquello que no se comunica no existe”. Una forma reduccionista, y a la vez realista, de poner en valor un trabajo que resulta especialmente valioso en cualquier acción que se desee poner en marcha, parta de donde parta.
Tanto es así, que esta máxima parece haber sido tomada muy en serio por las instituciones europeas en los últimos tiempos, convirtiendo a la comunicación en uno de los pilares esenciales de cualesquiera que sean las acciones que se ponen en marcha desde el ámbito comunitario.
Es por ello que, en el caso de los proyectos europeos, el factor de la comunicación abarca todas las fases de los mismos, desde su propuesta hasta su ejecución y clausura, y debe estar completamente desgranada en un plan de comunicación.
Además de resultar atractivo, el plan de comunicación ha de especificar la misión, la visión y los valores del proyecto, que deberán traducirse en objetivos concretos, ambiciosos y realistas, así como en las acciones a llevar a cabo para alcanzarlos. Ha de contemplar, por supuesto, el público al que va dirigido y debe tener en cuenta sus propias debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades, lo que se conoce como un análisis DAFO. Pero sobretodo, debe prestar especial atención a dos aspectos: el mensaje que se desea transmitir y la evaluación y reevaluación de las acciones puestas en marcha.
En el caso del mensaje, es importante contar con un elevator pitch, un discurso de aproximadamente un minuto que explique tu proyecto de forma efectiva, puesto que ello ayudará a que, tanto el público como los miembros del proyecto, tengan claro qué mensaje ha de ser transmitido y cómo transmediatizarlo, es decir, transformarlo para su uso en todos los elementos de la comunicación que se vayan a emplear, desde un tuit hasta un vídeo o una nota de prensa.
El segundo factor, evaluar y reevaluar, puede resultar a priori la parte menos creativa e ilusionante del plan de comunicación, pero nada más lejos de la realidad. Esta fase es ciertamente más simple que establecer el plan desde cero, porque trazar acciones basadas en resultados es mucho más sencillo que hacerlo a partir de la temida hoja en blanco. Además de medir la efectividad de las acciones, nos permite emplear soluciones creativas para cambiar el rumbo en el momento adecuado.
Por último, es importante tener en cuenta que uno de los beneficios más importantes que nos aporta el contar con un plan de comunicación previo es el de huir del esfuerzo esporádico en la puesta en marcha de las acciones de comunicación, ya que, por un lado, ello afectaría de lleno a la coherencia en la transmisión del mensaje y, por otro, podría devaluar todo el trabajo realizado en el proyecto, convirtiéndolo en un árbol que cae en medio de un bosque sin nadie pueda oírlo.
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