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Pánico a consumir

PUBLICADO O 26 DE ABRIL DE 2022 · (0)



ERNESTO S. POMBO · PERIODISTA


Entre la catarata de datos, todos ellos calamitosos, con los que nos atormentan en estos convulsos tiempos hay uno que refleja con toda crudeza la situación real de la sociedad española. Según el CIS, el kiosko en el que se entretiene Tezanos, la confianza del consumidor se situó en 53,8 puntos en marzo, 36 menos que en febrero, en lo que representa la mayor caída intermensual de la serie. Y supone regresar a los peores meses, los momentos más crudos, de la pandemia cuando en abril de 2020 la confianza estaba en 49,9.

Aún más. La valoración de la situación económica actual disminuye 44,4 puntos; la valoración del mercado de trabajo pierde 26,1 y en el caso de la situación de los hogares hay un descenso de 23,8 puntos.

Lo que ponen de manifiesto estas cifras es que los españoles vivimos una situación de alarma económica. Tenemos pánico a gastar. Nos aterra mantener el consumo que manteníamos hace solo unos meses cuando, tras superar los horrores del covid-19, nos las prometíamos muy felices, con una recuperación económica rápida, en gran medida ilusionada por los fondos europeos. El nivel de pesimismo supera al que teníamos durante la pandemia y se halla muy cerca de los mínimos del año 2012, los de los meses en los que España estaba al borde del rescate financiero.

Pero la causa es que marzo ha sido un mes catastrófico. El IPC se situó en 9,8 %, en gran medida por el incremento de precios de la electricidad, que multiplica por nueve los de hace un año; los carburantes y los alimentos, rompiendo todos los pronósticos y retrotrayéndonos a 1985.

La economía española, con el alza de los costes energéticos, está siendo golpeada duramente por la invasión de Ucrania. Pero las subidas de precios que padecemos no se deben tan solo a una presión de la demanda, ni a la invasión de Ucrania, sino a otras causas añadidas y previas relacionadas con los costes, especulación y factores estructurales.

Ya antes de iniciarse el conflicto, nuestro país presentaba uno de los peores datos del continente. Dentro de la jurisdicción del Banco Central Europeo, solo Lituania (15,6 %), Estonia (14,8 %), Letonia (11,2 %) y Holanda (11,9 %) estaban en febrero sensiblemente peor que España. El resto se hallaban por debajo.

Los precios de todos los productos básicos han subido significativamente en las últimas semanas y llevan haciéndolo quince meses seguidos, desde enero de 2020. El incremento ha sido especialmente significativo en la electricidad (80 %) y la gasolina (25 %). La alimentación, los bienes de gran consumo han subido sus precios un 12,9 % de media, con incrementos que van hasta un 145 % en la leche, un 183 % en la pasta o un 303 % en los aceites.

Esta subida incontrolada de precios sitúa en una difícil situación la economía de las familias que perderán 16.700 millones de poder adquisitivo en este año de 2022, quitando otros 35.000 millones del ahorro familiar y elevando el impacto a 100.000 millones.

La situación de temor y descontrol está asfixiando los hogares. Porque, además, la inflación se lleva por delante el ahorro familiar y la esperanza de un crecimiento del consumo alimentado por el ahorro acumulado durante la pandemia se desvanece. Las familias utilizarán este colchón para amortiguar la pérdida de poder adquisitivo. En Galicia los hogares que tienen dificultades para llegar a fin de mes está por encima del 50 %.

El Gobierno confía que el plan anticrisis aprobado limite los efectos de la crisis. Cuestión harto complicada. Pero las soluciones tampoco parecen claras. Hay economistas que apuestan por un pacto de rentas entre empresas y trabajadores para que los efectos de la inflación se proyecten de forma equilibrada en toda la cadena productiva mediante contención de salarios y de márgenes empresariales. Y los hay que se deciden por incidir con mayor fuerza impositiva en las clases más adineradas o en la alternativa de una política de subvenciones y créditos. Incluso, hay quienes piden bajar los impuestos.

De cómo se afronte la lucha contra la inflación dependerá el futuro económico del país a corto y medio plazo. Pero se parte de una situación que roza la calamidad. La confianza en el consumo se ha desplomado. Y eso indica que nuestras vidas están marcadas por el pesimismo, el desánimo y la desesperanza.



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