“Trump es un regalo para los medios de comunicación, porque es un personaje muy ruidoso, que dice barbaridades y atrae a la audiencia”
Agosto es un mes que informativamente hablando suele ser flojo y que aprovechan grandes comunicadores para coger sus vacaciones. A Carlos Franganillo, corresponsal de Televisión Española en Washington, le ha cogido en A Coruña disfrutando de unos días de descanso junto a su familia, en una época que, sin embargo, ha sido de mucha intensidad en Estados Unidos. Asuntos como la tensión racial en Charlottesville o las amenazas de Kim Jong-un desde Corea del Norte saltan a primera plana en aquel país que, desde enero, cuenta con un presidente que también está dando grandes titulares.
¿Ha conseguido desconectar?
Llevo ya dos semanas fuera del trabajo y he tratado de estar desconectado al cien por cien, porque ha sido un año muy intenso en Estados Unidos en cuanto a la cobertura política. He leído titulares y noticias un poco más de cerca, aunque no demasiadas, solo aquéllas más importantes como esas de Corea de Norte, las tensiones raciales de estas semanas y las consecuencias políticas que están teniendo las declaraciones de Trump al respecto. No puedo dar una imagen muy al detalle de lo que está pasando, pero sí, en contra de lo que podría pensarse, agosto está siendo un mes muy intenso políticamente […]
Hace tres años que llegó a la corresponsalía de Washington relevando a Lorenzo Milá. Por entonces, Barak Obama presidía EEUU. ¿Qué cambios ha notado en aquel país con la victoria de Donald Trump?
No pude juzgar toda la etapa de Obama porque viví solo los últimos años, pero sí es cierto que la deriva del país hacia una mayor polarización ya estaba en marcha desde hacía mucho, casi desde el comienzo de su era, tanto por cuestiones sociales como por el discurso de los medios de comunicación. Obama también ha contribuido, aunque se a de manera indirecta, a polarizar aún más la sociedad. El rechazo a él que se ha ido cocinando en esos ocho años ha estallado y ha desembocado en Trump, con una sociedad que se ha ido abriendo cada vez más: una derecha que se iba colocando más hacia la derecha y una izquierda más hacia la izquierda. En un momento en que los medios de comunicación y las redes sociales permiten que nos aislemos más en nuestras posiciones ideológicas y en nuestro discurso, todo ha contribuido a que las posiciones se hagan cada vez más distantes y haya menos comunicación entre una parte y otra. Creo que Obama también es parte de lo que ha ocurrido, pero el problema es que Trump supone un cambio radical en cuanto a cómo se gestiona la política estadounidense y cómo algunas ideas que estaban arrinconadas en el debate público se sienten ahora fortalecidas y pueden expresarse más libremente […]
Desde Galicia se percibe con cierto temor este cambio en la Presidencia de Estados Unidos. De hecho se trata del séptimo principal destino de sus exportaciones y del primero de fuera de la UE. ¿Son fundados esos temores?
Hay muchas razones para preocuparse, porque así lo decía en campaña. Algunas medidas de las que anunciaba ya se están tratando de poner en marcha, como la retirada de un tratado de libre comercio como el de Asia-Pacífico. Esas intenciones de reestudiar esos tratados de libre comercio son un síntoma de lo que puede ser esta Presidencia.
¿Se diferencia algo Trump de los populismos europeos?
Cada país tiene sus códigos culturales y, en ese sentido, Trump es un personaje con elementos populistas pero cien por cien norteamericano y con un perfil que sería muy difícil que triunfara en España, por ejemplo. Es un empresario que ha tenido cierto éxito y que aún encima exhibe su riqueza y su poderío… no creo que un modelo así funcionase aquí. Pero por otra parte sí coincide con todos estos movimientos en cuanto a que apela a sentimientos más básicos de la ciudadanía. El discurso que hizo en campaña hacia la inmigración, rozando la xenofobia pero sin entrar en mensajes claramente racistas, pretendía alentar a un sector de la población que sabe que teme el cambio demográfico que hay en Estados Unidos con la llegada de hispanos, que modifica un poco el perfil del país. Sabe que existe ese caldo de cultivo y sabe que hay también un rechazo a lo que no sea blanco y anglosajón en alguna parte del país, y de una manera sibilina lo ha sabido aprovechar. En ese sentido, ha utilizado mensajes populistas apelando a instintos más básicos, a los que nadie se atrevía a utilizar hasta este momento. Además, hay una cierta coincidencia con los movimientos populistas en cuanto a que quiere acabar con una casta y una elite […]
En España hay medios de comunicación que incluso dedican ya un espacio o sección a Donald Trump. ¿Tanto juego da?
Con las elecciones, seguro, pero ya desde que tomó posesión en enero, los dos primeros meses fueron de enorme intensidad, de muchísimo estrés, como pocas veces había vivido. Eran tres o cuatro historias al día que se vivían con mucho interés en España y había que hacer muchas conexiones. Sin duda ha habido, no sé si una sobreinformación, pero sí una atención enorme y desmedida. El presidente de Estados Unidos lo merece y un cambio como el de Trump también lo merece, porque es muy rupturista y estamos ante un escenario que no es el habitual. Tal y como están ahora los medios de comunicación Trump es un regalo, porque es un personaje muy ruidoso, que dice barbaridades y que atrae a la audiencia enormemente. Creo que los medios de comunicación, tanto en EEUU como en Europa, lo han aprovechado para atraer audiencia. Incluso algunas veces se ha retorcido un poco su historia para convertirlo cada vez más en caricatura y atraer la atención en un momento en que la prensa está muy débil y necesita historias de impacto. Es un idilio: Trump quiere la atención de la prensa, a la vez que la odia, y la prensa tiene un tipo que dice barbaridades a diario, se mete con ella, genera conflicto y, por lo tanto, atracción.
¿Qué corresponsalía le gustaría ejercer en el futuro?
No lo sé y nunca me lo planteo mucho. Prefiero aprovechar el tiempo que tenga en cada sitio. Sí me gustaría seguir muchos años fuera, porque lo que me gusta es la política internacional y quiero poder disfrutarla y seguirla desde sitios como Moscú o Washington, lo que me parece un privilegio. Si puedo estar diez años más, me encantaría.
(Extracto de la entrevista publicada en el número 316 – septiembre 2017)
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