"España solo despuntó científicamente en la época del Califato de Córdoba"
Volvió a España con muchas promesas y un proyecto de largo recorrido que no pudo desarrollar como creía necesario, ¿se siente defraudado?
Permítame que le diga que sí he podido desarrollar, y plenamente, el proyecto que vine a hacer cuando regresé a España en 1998. Es más, los resultados conseguidos sobrepasan con mucho las expectativas que traje conmigo. Si existe la impresión de que no he podido desarrollar plenamente el proyecto del CNIO quizás se deba a que no he sabido transmitir los éxitos del Centro a la sociedad o a la dificultad de explicar los avances científicos cuando aún no han repercutido en una aplicación práctica, especialmente cuando se transmiten con el máximo rigor evitando caer en triunfalismos fáciles y crear falsas expectativas. Pero puedo decir con orgullo, que nunca en la historia de España habíamos tenido un centro de investigación entre los diez mejores del mundo, como el CNIO. [...]
Cuando comenzó a dirigir el CNIO dijo que se sentiría “manipulado” si en tres años continuase aplicándose un 0,7% en investigación y desarrollo. Tenía la esperanza de que en 15 o 20 años alcanzáramos el porcentaje del resto de países. ¿Es viable?
Yo regresé a España para crear y poner en marcha un centro de investigación en cáncer lo más competitivo posible, no a cambiar la política científica del país. Lógicamente no estoy contento con lo que ha pasado en España en los últimos años. Nadie puede estarlo.
¿Cree que no se valora suficientemente la investigación o es una cuestión puntual motivada por la situación económica?
La falta de valoración de la investigación científica, tanto en nuestra sociedad como en nuestras clases dirigentes, es algo endémico, con mucho siglos a la espalda. Aunque nos cueste admitirlo, España solo despuntó científicamente en la época del Califato de Córdoba (que no era España estrictamente hablando) cuando a mitad del siglo XII coincidieron pensadores y científicos de la talla de Averroes y Maimónides. Desde entonces las contribuciones de nuestro país al desarrollo científico y tecnológico, lo que hoy en día llamamos el I+D, han sido mínimas y muy puntuales (Torres Quevedo, Ramón y Cajal...), y nunca como consecuencia de un plan nacional que corrigiera ese retraso endémico. [...]
¿Cómo se debe plantear la investigación en un momento como este? ¿Es el dinero la única posibilidad para continuar trabajando?
Sin dinero, sin unos recursos adecuados, no se puede trabajar, ni en investigación ni en ninguna otra actividad productiva. Ahora bien, este sería el momento para quedarnos con lo productivo y eliminar lo que no lo es; para eso hay que tener valentía política y contar con gente técnicamente competente que lo lleve a cabo.
Acaba de recibir el I Premio Internacional de Investigación Oncológica Ramiro Carregal – Fundación La Rosaleda. ¿Qué suponen este tipo de convocatorias?
Siempre resulta agradable que se reconozca la labor investigadora de los científicos. Nuestra profesión es dura, tiene pocos beneficios económicos comparada con otras carreras profesionales, y sobre todo llegan muy pocos, si entendemos por “llegar” el poder tener un reconocimiento internacional. Por lo tanto los científicos valoramos y apreciamos los premios, que nos demuestran que no toda la sociedad vive de espaldas a la Ciencia y que hay personas con la suficiente sensibilidad como para reconocer el esfuerzo que hacemos y animarnos a seguir trabajando.
(Extracto de la entrevista completa, que se podrá leer en el número de abril de eco)
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