“Los ciudadanos con empleos de baja calidad tienen peor salud”

¿Cómo surgió este grupo de trabajo y quién lo conforma?
El grupo de investigación del Laboratorio de Estrés y Neuroinmunología fue creado por el profesor Manuel Freire-Garabal y sus colaboradores a principios de los noventa con la intención de estudiar los efectos del estrés sobre el sistema inmune. El objetivo final era frenar los efectos perjudiciales del estrés sobre las patologías asociadas con alteraciones del sistema inmune con el uso de ansiolíticos y antidepresivos. Pero también para asesorar a los que toman las decisiones sobre cómo modificar “las causas de las causas”, las causas fundamentales de las patologías más comunes.
En 1992 tuve la oportunidad de coincidir con el profesor en un curso de verano organizado por la USC y desde ese momento nuestros respectivos grupos de investigación iniciaron una fluida e intensa relación; buen ejemplo de ello son estas reuniones en Galicia.
En estas jornadas han participado representantes de la Unión Europea y de la OMS. ¿Han notado un aumento de sensibilidad en las instituciones con respecto a los problemas sanitarios causados por malas condiciones laborales, desempleo..., es decir, por determinantes sociales de la salud?
Se ha producido un fuerte aumento de la concienciación y el compromiso. [...] En la Unión Europea, esta problemática comenzó a abordarse en 1993 y en 2002 dio lugar a la “Guía sobre el estrés relacionado con el trabajo. La sal de la vida o el beso de la muerte”. Fue la base para el acuerdo marco de la UE sobre el estrés relacionado con el trabajo en 2004, y en 2008 se acordó un Pacto Europeo por la Salud Mental y el Bienestar.
En el ámbito estrictamente sanitario, ¿se ha podido establecer una relación directa entre crisis económica y salud?
No hay duda de que la pobreza mata. Esto ha sido convenientemente documentado por la Comisión Mundial de la OMS. Se ha demostrado en repetidas ocasiones en las publicaciones de la Escuela de Londres de Economía y Ciencias Políticas (David McDaid, Martin Knapp) y, de nuevo, recientemente, por David Stuckler y Sanjay Basu en su libro El cuerpo económico. Por qué la austeridad mata (2013).
¿Cómo se mide esa relación, cómo se puede comprobar que las condiciones económicas afectan a la salud?
Porque el desempleo, el subempleo, la pobreza, la indigencia y la desnutrición suelen tener efectos bien documentados, y evidentemente negativos, sobre la salud. Además, hay muchos efectos indirectos, a través de la exposición a factores ambientales nocivos, estilos de vida patógenos y la falta de acceso a los servicios sociales.
¿Cuál es el grado de responsabilidad de las empresas en este tema?
En 2011, la Comisión Europea publicó una nueva política de Responsabilidad Social Corporativa con el objetivo de mejorar los impactos positivos y minimizar y prevenir los negativos. Fue bien recibida por los Estados miembros, con un programa detallado de acción para el período 2011-2014, pero, una vez más, ser conscientes no es igual a una implementación real. En este campo hay mucho “escaparatismo”.
En estos últimos tiempos se ha hablado mucho de la falta de productividad de los españoles, especialmente si tenemos en cuenta las largas jornadas de trabajo y los horarios laborales poco flexibles. ¿Influye esto de modo específico en nuestra salud? ¿De qué manera?
No tengo datos concretos de la situación en España, pero sí hay numerosos estudios en el ámbito europeo. La Quinta Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo (EWCS Eurofound, 2012), concluye que los ciudadanos con empleos de baja calidad tienen peor salud; presentan más problemas y, además, perciben un bienestar subjetivo menor y ven menos significado en su actividad laboral. Y estos empleos se concentran, sobre todo, en establecimientos del sector privado con menos de cinco empleados.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que un entorno de trabajo saludable es aquel en el que no solo hay una ausencia de condiciones perjudiciales sino en el que abundan las que promueven la salud y el bienestar físico, mental y social.
También suspende nuestro país en conciliación laboral, una cuestión especialmente delicada para las mujeres. ¿Se han detectado diferencias por sexos?
La misma encuesta concluía que, aunque había habido mejoras importantes en cuanto a la calidad del tiempo de trabajo, la flexibilidad era todavía un factor a controlar. De todos modos no se aprecian de modo significativo diferencias por sexos. La encuesta realizada en 2005 mostró que el estrés es un poco más frecuente entre los hombres, y aunque las mujeres están en mayor riesgo de acoso, la prevalencia de la violencia física es similar en ambos sexos.
Texto: Teresa Rocamonde // Fotos: Miguel Muñiz
(Extracto de la entrevista completa, que se podrá leer en el número de agosto de eco)
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