Dani Souto, parasurfista profesional de la Selección Española “Quiero ser campeón para ayudar a más gente”
Mantenerse de pie en una tabla atravesando grandes olas, una metáfora de lo que ha supuesto la vida para el parasurfista Dani Souto (Ourense, 1975) tras sufrir un tumor en el ojo que le provocó una ceguera parcial. Este revés le obligó a quedarse en la orilla por un tiempo. Pero empujado por la motivación y unas 180 mangas de experiencia, compite por tercera vez en la IV edición del Campeonato de Surf Adaptado del Pantín Classic Surf, la mayor competición de este deporte en Galicia. Su deseo es ayudar a gente en situaciones similares, organizando el evento de surf “Muy Capacitados” para personas con diversidad funcional en A Coruña.

Tu conexión con el mar viene desde muy pequeño.
Aunque soy de Ourense, con 9 años mi familia se mudó a la Coruña, cerca de la playa del Matadero. Mi abuelo era coruñés, tenía mucha pasión por el mar y fue quien me enseñó a nadar. Descubrí muy pronto las olas y también el surf. En Coruña veía a los surfistas desde la orilla y me llamaban mucho la atención, viniendo yo del río Miño. Ya con 12 años, empecé a coger mis primeras olas. Desde entonces, quitando pequeñas cuestiones de la vida, no dejé de surfear.
¿Un día estás trabajando y qué ocurre?
Se me desprendió la retina, en urgencias vieron que tenía un tumor de 12mm en el globo ocular. Los médicos lo hicieron fenomenal, gracias a ellos sigo aquí. La radioterapia dañó el nervio óptico y eso me afecta un poco al ojo bueno. Ahora soy parcialmente ciego, del ojo derecho no veo nada, no tengo estímulo visual ni reacción neuronal.
¿Cómo fue subirse a una tabla por primera vez después de esta segunda oportunidad?
Uf, me acuerdo de ese día. Me acompañó mi hermano mayor, mi hija mayor que aquel día tenía 11 años, y un amigo. Fue un día en el Orzán con olas de más de un metro, fuertes, de esos días que nadie se atreve a entrar en el agua. Al principio, me cayeron varias series encima por estar mal colocado. Pero la experiencia de muchos años guardaba la tranquilidad y en los revolcones no estaba preocupado. Ese día conseguí pillar dos olas, y conseguí hacer algún giro. Me motivaba estar convencido de que iba a superar esto, acompañado de mi gente.
¿Qué fue lo más complicado para ti?
Cuando encontraba algún daño nuevo en el ojo, con la radiación los daños aparecen tiempo después. Eso era un mazazo. Las cauterizaciones con láser verde también eran muy dolorosas, me tuvieron que aplicar 56 disparos, inyecciones dentro del globo ocular. Mi ojo quedó muy debilitado, cualquier impacto podía ser peligroso. Eso me marcó mucho, porque iba convencido de volver a hacer las cosas bien, pero con la limitación de no pasarme, de no arriesgarme a darme un golpe en el ojo.
Debe ser complicado guiarse en el agua.
La ceguera te juega malas pasadas, distancias, ángulos, colores... todo cambia un poco. La visión es fundamental para situarse bien en el mar, en donde rompen las olas. A veces no ves más allá de 5 metros y las olas hay que verlas cuando vienen a 30 metros de distancia para ubicarte. Hay gente que necesita un caddie, un acompañante que te indica en qué dirección tienes que ir en la ola, da una información fundamental al surfista y luego, una vez que el surfista consigue remarla, ya solo depende de sí mismo y de su habilidad. Yo voy solo, al final son cuatro décadas de surf y el cuerpo y los músculos tienen memoria, una vez estoy en la tabla me sale de dentro. Fui mejorando poco a poco.
Cuando te metes en el agua utilizas un parche especial.
Sí, utilizo un parche porque es la primera barrera de protección ante cualquier golpe o rozadura. Si la luz entra en mi ojo malo, puede dañar la visión del ojo bueno. Cuando hago surf me pongo un parche de neopreno que me fabrican unos compañeros, lo llevo atado por si se cae.
¿Consideras que hay poco apoyo económico en el parasurfing?
Esto del parasurfing está empezando. Es una disciplina totalmente desconocida y a lo desconocido se le tiene miedo, no se atreven a meter el dinero en ello. Es un deporte caro, solo los equipos adaptados son muy costosos, hay tablas que pueden costar dos mil euros. Los trajes son muy caros y se desgastan, necesitas que viaje contigo un equipo. No es mi caso. Pero los compañeros que usan silla de ruedas o tienen una prótesis de brazo o pierna, necesitan acompañantes.
¿Tienes algún referente?
Sí, Tom Curren evidentemente, es un súper campeón del mundo y un surfista que cambió la forma de hacer surf nivel mundial. Lo conocí en Pantín personalmente, de esas cosas mágicas que tiene este lugar, que te permite encontrarte con tu ídolo, conversar con él y estar en el agua con él.
(Extracto da entrevista publicada no número 385 – xuño 2023)
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